La literatura infantil y juvenil 2


¿Qué reflexión podes hacer sobre la literatura infantil?

La literatura infantil suele defraudarme.
Entiendo que ha habido un proceso positivo históricamente en la Argentina desde la literatura anterior a los 80: moralista, esquemática, conservadora; que traficaba moralismo (con las excepciones de María Elena Walsh, Javier Villafañe y Horacio Quiroga, entre otros) aun después de la apertura posterior al '83. El cambio no se dio sólo en la nueva apertura temática y la incorporación de modos de mirar más contemporáneos, sino en el hecho fundamental de que la literatura infantil pasó a ser una escritura hecha por individuos que se pensaban como escritores y no como abuelas, educadores, pedagogas, etc.
Valoro este cambio, la literatura infantil dejó de ser un instrumento educativo, pero me parece que todavía no llegó a la madurez. Todavía suele ser demasiado contenida, poco audaz, y es raro porque el género se presta para las audacias, el lector es receptivo a la experimentación.
La otra debilidad que observo es una especie de ideologización barata, que no cuesta asociarla con el gesto moralizante de antes, sólo estaría reeemplazando contenidos, pero seguiría primando la visión de la literatura como instrumental de comunicación y formación. En las condiciones especialísimas de circulación de la literatura infantil mayormente en escuelas, la literatura con “temas” suavemente conflictivos me parece la más oportunista y mercantil.


¿Cómo llegaste a la literatura infantil?

Mi llegada la literatura infantil es bastante casual. Yo escribia para adultos, vale decir, no pensaba en ningún tipo de lector al escribir, y a los 20 años cuando vine a vivir a Buenos Aires con unos amigos, apareció la posibilidad de escribir cuentos infantiles como un trabajo. Ese fue el encuentro casual, pero en la práctica resultó el descubrimiento de una forma casi de diversión. Nos divertíamos escribiendo. Creamos una serie de personajes y cada uno escribía su cuento, y nos reíamos porque adjudicábamos a esos personajes muchas miserias y debilidades de gente que conocíamos. Nos divertíamos y nos iba bien. Nos publicaba los cuentos Centro Editor. Para mi, que estaba en plena época onettiana, la literatura infantil fue una apertura hacia lo fantástico y lo humorístico.

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