Final para un cuento heroico



Una cosa graciosa es que muchas veces he ido a colegios y los chicos me han cuestionado el final del cuento, porque no están de acuerdo con el original. Generalmente ha pasado cuando el final no es feliz. En ese sentido, los chicos conciben que el final real, verdadero y único, es cuando todo termina bien. Debe ser que están habituados a las películas, o algo así, y cuando el protagonista termina mal, hasta se enojan. Me pasa especialmente con un cuento, “El héroe” que narra la peripecia de un mosquito, o sea, uno de esos seres que masacramos por miles cada verano. Este mosquito reproduce el recorrido mítico de los héroes latinoamericanos: su partida de la pizzería donde vive, su partición heroica en un hecho de sangre, la muerte, y el surgimiento del mito. Es un mosquito que todos desprecian, que vive en una cantina en La Boca, donde todos los bichos suelen reunirse para mirar el partido de futbol en el televisor de la cantina. Y a este mosquito lo cargan, lo tienen para el cachetazo, y un día se va en un barco y termina viviendo en Inglaterra. Un día todos los bichos están viendo un partido de fútbol entre Argentina e Inglaterra y hay un penal para Inglaterra. Todos están expectantes mirando el televisor y de golpe ven que en la nariz del inglés que va a patear el penal está este mosquito y cuando le está por picar la nariz, el inglés patea mal el penal, entonces lo toman como un héroe, pero inmediatamente se ve que el inglés se pega en la nariz, y lo mata. Cada vez que fui a una escuela, al mosquito lo revivieron. Me muestran finales en los que en realidad parecía que estaba muerto, pero se recompuso y pudo volver con sus amigos. Y la mejor de todas esas “correcciones” volvía inmortal al mosquieto mediante el suministro de una sobredosis de insecticida.

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